Chloé tiene unos 30 años, y la acaba de dejar su marido, Adrien, por una mujer más joven con la que lleva tiempo viéndose. Ella no se ha visto venir la situación, no se ha dado cuenta de nada, y de pronto se encuentra sola con las dos niñas que tiene con Adrien, sin saber qué hacer con su vida, destrozada, triste, infeliz.
Pierre es el suegro de Chloé, el padre de Adrien. Un señor de 65 años, frío, distante, huraño, que no muestra nunca sus sentimientos ni ante su mujer, ni ante sus hijos, ni mucho menos ante Chloé y las niñas. Pierre adora a Chloé aunque no se lo haya dicho nunca.
Una noche, harto ya de ver a su nuera tan triste y a la deriva, Pierre se lleva a Chloé y a las niñas a la casa de campo que tienen, para que pasen unos días alejadas del ruido de la ciudad. Chloé, en su desesperada situación de mujer abandonada, le dice a su suegro todo lo que piensa de él, cómo lo ha visto en todos estos años.
Lo que Chloé no espera con su desahogo es la historia que Pierre lleva años callando y por la que ha sido infeliz toda su vida. Con una botella de vino entre ellos, Pierre decide sincerarse con Chloé y le cuenta la triste historia de su vida, con la esperanza de que su nuera reaccione y elija "vivir", por ella y por las niñas
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